Feel the Bern: «Los cubanos no se rebelan porque están agradecidos a Castro»

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«Estamos muy en contra», dice el candidato Bernie Sanders, «de la naturaleza autoritaria de Cuba». Pero, en este punto el Agente Naranja ha sido mucho más explícito que el Agente Rojo: «El socialismo destruye a las naciones», afirmó Donald Trump, tajantemente, en su discurso del estado de la Unión.

De inmediato, un equipo de control de daños salió al rescate de Sanders. Según Alex Ward, reportero de Seguridad Internacional y Defensa del periódico socialista Vox, hay dos maneras de interpretar las recientes declaraciones del candidato demócrata. El anciano mártir de Vermont fue un panegirista de las dictaduras de izquierda «en el pasado», cierto, lo cual no autoriza a malinterpretar su opinión sobre Cuba y su sistema de educación, expresada en el programa de Anderson Cooper, como la renovación de su compromiso afectivo con el totalitarismo.

En 1985, Bernie Sanders, durante una aparición en Meet the Press, dijo que los cubanos no se rebelaban porque Fidel Castro los había educado: He educated the kids, gave them health care, the trouble is he transformed the society in…

¿En qué, Bernie…?

Anderson Cooper muestra el video antiguo, pero no lo deja oír. La declaraciones del Bernie Sanders de los 80 son demasiado comprometedoras como para que otro socialista con un micrófono en la mano permita que salgan al aire. Cooper habla por encima de las declaraciones del viejo sofista, impide escucharlo. «Fidel educó a los chicos, les dio atención médica, el problema es que transformó la sociedad en…» ¿En qué?

¡En una sociedad comunista! Si algo deberían entender los americanos a estas alturas, es que detrás de las simpatías de un «socialista democrático» por «la educación y la salud cubanas» se esconde siempre eso que los miamenses llaman, acertadamente, «un comunista».

Aquellos americanos tontos de la Comisión de Actividades Anti-Americanas que interrogaron a Bertolt Brecht, ¡tampoco encontraron por ninguna parte al comunista! Los americanos que dejaron ir tan campante a Hanns Eisler, el «Karl Marx de la melodía» y autor del himno de la Internacional Comunista, ¡tampoco encontraron al comunista! Ambos vivieron unas tranquilas vidas socialistas democráticas en Hollywood. Ni fueron condenados ni parametrados. De vuelta a Europa, pasaron a formar parte del aparato cultural de la Alemania del Este. En eso consistió el macartismo: en no ver a un comunista a tres pasos.

«¡Soy fidelista!», es lo que ha dicho Bernie ante las cámaras, aunque los americanos todavía no lo oigan, aunque no lo haya dicho con todas sus letras, aunque Anderson no deje oírlo y Alex Ward lo embaraje. Si la experiencia de un millón y medio de cubanos exiliados no ha podido demostrarle al viejo ñángara que Fidel Castro no le dio absolutamente nada a nadie, y que Cuba era una república moderna mucho antes de la Campaña de Alfabetización y la socialización de la salud, entonces no habrá dios que pueda.

Después de 60 años de propaganda dirigida a ellos, los gringos viejos no pueden entender que fue Fulgencio Batista quien construyó hospitales públicos, las ONDI para los niños pobres y un imponente sanatorio en Topes de Collantes, y que la edad de oro de la salud pública en Cuba coincidió con el momento en que el país se paseaba entre los más adelantados de América Latina en la producción de carne, leche, médicos, maestros y fármacos. ¿Nadie le ha explicado a este viejo charlatán quién fue Aurelio Baldor?

¿Por qué no defender ese otro régimen socialista democrático que duró apenas seis años, de 1952 a 1958? ¿Acaso no podría verse el batistato, con todo su autoritarismo y su golpe de Estado, como una pequeña dictadura del proletariado? En comparación con la castrista, la dictadura batistiana fue la auténtica democracia socialista.

Cuba no era Mississippi, no era una plantación sureña con sus «niggers» y sus «white trash», donde las condiciones de la educación y salud eran bestiales, aún en 1958. Bernie y los americanos extrapolan las condiciones típicas de la América atrasada y brutal a la historia cubana moderna. Cada declaración de un gringo acerca de «la educación y la salud» castristas debería ser considerada un acto de colonialismo cultural.

Por otra parte, que los Estados Unidos del 2020 aspiren a ser una sociedad socialista de estilo escandinavo es tan descabellado como querer implantar el mikado en Burlington. El único modelo posible de socialismo en el crisol cultural que es la América del siglo XXI, es el vietnamita, el chino, el nicaragüense, el cubano, o algún estatismo al estilo PRI. Los escandinavos dejaron de ser un grupo de influencia en América hace casi cien años.

La educación política de los seguidores de Bernie Sanders puede medirse por esa ignorancia y por la indiferencia que les provoca la idea escandalosa expresada en el programa de Anderson Cooper: el agradecimiento hacia el amo socialista impide a los cubanos comportarse como lo hicieron sus iguales de la antigua Europa del Este. «Es injusto decir que todo está mal en Cuba…», repite Sanders, el ñángara, en el momento en que José Daniel Ferrer espera ser condenado por un tribunal raulista.

Igualmente injusto es decir que todo está mal en los Estados Unidos, por lo que el próximo noviembre votaré por Donald Trump, mientras sigo esperando por el unicornio socialista.

Un Comentario

  1. Alejandro G. Acosta

    Hasta hace poco tenía la idea que Sanders era un anciano utópico y desfasado, y un personaje pintoresco y algo estrafalario. Pero he rectificado mi opinión: es un tipo MUY peligroso, porque como buen comunista entrenado y plenamente convencido, sabe manipular el lenguaje y no es nada tonto. Sólo dos ejemplos de su reciente declaración: él habla de «la naturaleza autoritaria de Cuba» y señala «cuando Fidel Castro llegó al cargo»… ¿A cuál naturaleza autoritaria se refiere, a la de Cuba, o a la del castrismo? Cuba, como cultura, no tiene una naturaleza autoritaria, pero él lo desvirtúa y manipula, y parece achacar a «la naturaleza nacional» la dictadura de 60 años. Fíjense qué listo. Lo otro: cuando dice que «Castro llegó al cargo» (me guío por la traducción al español, pues no he visto el original en inglés), tal parece que con eso de «llegar» fue por elecciones u otro mecanismo pacífico, y no por una cruel guerra civil con costó y sigue costando miles de vidas. Y no fue a un «cargo» (presidente, primer ministro) a lo que llegó, sino a EL PODER absoluto y eterno. No llegó: se impuso. No fue un cargo: fue la propiedad absoluta de la hacienda personal que hoy es Cuba. Con estos «juegos de palabras», Sanders demuestra que no es tonto ni ingenuo, sino un muy peligroso demagogo y un engañador descarado. Felicito a Néstor por confirmar con este artículo algo a los que ya nos tiene acostumbrados: su permanente claridad de ideas y la valentía de su voz.

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