De la quema de Gucci a la cola del pollo no hay más que un paso

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En los motines de hoy, el observador atento podrá ver las futuras colas del pollo. En la desorganización presente, las organizaciones de masas del porvenir.

El objetivo de los motines es destruir el orden, paralizar la maquinaria, llámese esta mercado, capitalismo, ciudad o democracia. El odio de las masas va dirigido al aparato.

La lucha contra la discriminación no puede engendrar otra cosa que indiscriminación.

Por lo pronto, se buscan alianzas estratégicas, la cooperación de las facciones. Pero, como lo demuestra la admirable historia de la Revolución Cubana —y esto debería ser una lección para los entusiastas del disturbio—, los pactos fraguados en las trincheras son circunstanciales.

En Cuba, los socialdemócratas, los auténticos, los ortodoxos, el directorio, los comunistas, los indecisos, los indiferentes, y no se sabe cuántos más, convergieron en el castrismo, hombro con hombro, durante el breve período de entusiasmo.

Para octubre de 1959, el comandante Huber Matos estaba en la cárcel, el juez Urrutia en exilio y Camilo Cienfuegos en el fondo del mar.

Nuestro Rage Against the Machine triunfó, y tuvimos el dudoso privilegio de ver el día de la victoria. Entonces las alianzas se evaporaron, porque la unidad de propósitos había sido una ilusión, un engaño.

Luego entenderíamos que hasta el mismo enemigo había sido ilusorio, un adversario creado por la imaginación colectiva. Era una proyección, la antropomorfización de nuestra agresión.

Estos extraños fenómenos les resultarán ajenos a las generaciones de emigrantes que no conocieron otro régimen que el castrista. No tienen experiencia, les faltan elementos de juicio. El  problema de la perspectiva histórica es la indeterminación del pasado.

En el instante en que ocurra la próxima ruptura, cuando se deslinden los campos y la indeterminación entre en juego, aparecerán espontáneamente una nueva élite y una nueva conformación de las fuerzas represivas.

No faltarán las vanguardias, los comités de saneamiento público, ni el flamante hombre fuerte. Solo entonces se definirá claramente la voluntad antidemocrática, un brillante espectáculo reservado para los neófitos, para disfrute exclusivo de aquellos que se lo perdieron en la primera vuelta.

La tienda de Gucci saqueada, o intervenida por la chusma, es un hecho real, y por lo mismo, necesario. No es preciso buscarle explicaciones ni resistirse a la evidencia: existe una relación necesaria entre la muerte de George Floyd y el saqueo de Rodeo Drive, como mismo existe un vínculo objetivo entre el asalto de un Apple Store y la exaltación del vandalismo a la categoría de lucha de clases.

Huber Matos era un maestro de escuela convencido de que podía unirse a la revolución y salir ileso. Matos creyó, incorrectamente, que la revolución desembocaría en alguna restauración. Error garrafal: el ciudadano Matos aspiraba a un orden ideal. Pero la avioneta cargada de metralla que trajo de Costa Rica para entregarla a las fuerzas rebeldes anulaba cualquier posibilidad de idealismo.

El hombre cívico, maestro martiano y amigo del pueblo—no el dictador sanguinario— destruyó en dos años de lucha cuatro siglos de historia cubana. Estas agudas contradicciones vuelven a estar en juego hoy en las calles de Los Ángeles, Nueva York, Miami y Minneapolis, y resultará imposible distinguirlas a quien no las haya visto antes.

Imposible conjeturar  un hecho histórico en ciernes: el único curso de acción, la única posibilidad abierta en el presente, es sumarse a la confusión y llevar leña al fuego. Nos esperan sesenta inevitables años de monotonía unipartidista bajo la bota de los nuevos amis du peuple.

Conocemos perfectamente lo que se traen entre manos: manual de microagresiones, uniformidad compulsiva, conformidad filistea y remezcla de causas perdidas. El nuevo vocabulario de una vieja fe.

Seremos China, o cualquier otra cosa, cuando dejemos de ser América.

En América, el orden eterno contaba con la existencia de la esclavitud, con la rancia homogeneidad de una casta orgullosa y rapaz, empeñada en tomar lo que se le antojara en cada coyuntura histórica. Era un orden sagrado, donde el negro, el mexicano, el indio, el católico, el irlandés, el judío y el chino, o cualquier otro elemento foráneo, tenía su lugar predeterminado.

Toda gran sociedad necesitó de esclavos, una legión de servidores y peones, lo mismo los Estados Unidos de América que la Rusia bolchevique o la Roma imperial. Cuando los esclavos demandan y obtienen poderes extraordinarios, el imperio fenece, y con él la cultura clásica: un trágico toma y daca. Los disturbios raciales son el signo temprano del decaimiento terminal.

América está en proceso de disolución, y la muerte de George Floyd es el evento providencial que nadie anticipó, pero que todos esperaban.

¡Muerte a América!, cantan los nuevos americanos que no tienen compromisos de consanguinidad con el pasado de América, los que vienen de pretéritos exóticos, de vivencias exógenas: una revolución, una esclavitud, una barbarie, un terrible fracaso.

¡Fuera yo!, dicen los rebeldes y los débiles que veneran el caos, los hijos de gallegos montados en el tanque de guerra que entra en la plaza como una carroza de carnaval.  Entran con fútbol, reguetón, apatía y mala leche. Entran hablando patois y cortando cabezas. Son la vanguardia de los rezagados, y vienen en son de paz.

Mercado-Isla-de-Cuba-la-madre-de-todas-las-colas.

 

Un Comentario

  1. Nestor querido estos dos visionarios poemas de nuestro gran amigo Heberto pueden ilustrar tu magnífico artículo:

    > Fuera del juego > > A Yannis Ritzos, en una cárcel de Grecia > > ¡Al poeta, despídanlo! > Ese no tiene aquí nada que hacer. > No entra en el juego. > No se entusiasma. > No pone en claro su mensaje. > No repara siquiera en los milagros. > Se pasa el día entero cavilando. > Encuentra siempre algo que objetar. > > ¡A ese tipo, despídanlo! > Echen a un lado al aguafiestas, > a ese malhumorado > del verano, > con gafas negras > bajo el sol que nace. > Siempre > le sedujeron las andanzas > y las bellas catástrofes > del tiempo sin Historia. > Es > incluso > anticuado. > Sólo le gusta el viejo Amstrong. > Tararea, a la sumo, > una canción de Pete Seeger. > Canta, > entre dientes. > La Guantanamera. > Pero no hay > quien lo haga abrir la boca, > pero no hay > quien lo haga sonreír > cada vez que comienza el espectáculo > y brincan > los payasos por la escena; > cunado las cacatúas > confunden el amor con el terror > y está crujiendo el escenario > y truenan los metales > y los cueros > y todo el mundo salta, > se inclina, > retrocede, > sonríe, > abre la boca > “Pues sí, > claro que sí, > por supuesto que sí…” > Y bailan todos bien, > bailan bonito, > como les piden que sea el baile. > ¡A ese tipo, despídanlo! > Ese no tiene aquí nada que hacer. > El discurso del método

    Si después que termina el bombardeo, andando sobre la hierba que puede crecer lo mismo entre las ruinas que en el sombrero de tu Obispo, eres capaz de imaginar que no estás viendo lo que se va a plantar irremediablemente delante de tus ojos, o que no estás oyendo lo que tendrás que oír durante mucho tiempo todavía; o (lo que es peor) piensas que será suficiente la astucia o el buen juicio para evitar que un día, al entrar en tu casa, sólo encuentres un sillón destruido, con un montón de libros rotos, yo te aconsejo que corras enseguida, que busques un pasaporte, alguna contraseña, un hijo enclenque, cualquier cosa que puedan justificarte ante una policía por el momento torpe (porque ahora está formada de campesinos y peones) y que te largues de una vez y palo siempre. Huye por la escalera del jardín (que no te vea nadie). No cojas nada.

    No servirán de nada

    ni un abrigo, ni un guante, ni un apellido,

    ni un lingote de oro, ni un título borroso.

    No pierdas tiempo enterrando joyas en las paredes (las van a descubrir de cualquier modo). No te pongas a guardar escrituras en los sótanos (las localizarán después los milicianos). Ten desconfianza de la mejor criada. No le entregues las llaves al chofer, no le confíes la perra al jardinero. No te ilusiones con las noticias de onda corta.

    Párate ante el espejo más alto de la sala, tranquilamente, y contempla tu vida, y contémplate ahora como eres porque ésta será la última vez. Ya están quitando las barricadas de los parques. Ya los asaltadores del poder están subiendo a la tribuna. Ya el perro, el jardinero, el chofer, la criada están allí aplaudiendo.

    > Jun 5, 2020,

    • Gracias Nancy por esos soberbios poemas que influyeron tanto en mi pensamiento y en mis opiniones juveniles. Ya ahí queda dicho todo para todos los tiempos. Querido Padilla, a quien tuvimos la suerte, tú y yo y Juan Manuel, de tratar de y disfrutar en toda su gloria. Un abrazo.

  2. Un lector

    Bueno, y corrijo, esta nota deja a la anterior en la sombra, pero temo que, en cuanto la lean los seguidores del ‘Magníficat’ de Berkeley, te rescindirán el contrato…

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