Feliú, Silvio y Norge en busca del unicornio LGBT

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El bíceps de un energúmeno agarrota a una loca que pide aire por señas. Un pobre ingeniero agrónomo recibe tratamiento Ninón Sevilla, llevado en andas por un conjunto danzario de musculosos bugarrones. Un negro pinguero apeñusca a un periodista contra el capó de un carro patrullero… ¡en el mismo escenario donde desfiló Chanel y pajareó Lagerfeld!

¡Bienvenidos al primer show sadomaso habanero!

Conocí a Esteban Ventura en los años 80, cuando tenía una compañía de guardaespaldas en Beacon Boulevard y la Siete Avenida, y puedo asegurar que era una persona decentísima, incapaz de rebajarse a las canalladas de los casquitos que atacaron a las locas de la Conga Libre.

¡Ventura sufriendo de vergüenza ajena! Eso da la medida de la barbarie castrista. El señor esbirro les sacaría las uñas a los terroristas que ponían bombas, pero las locas del 58 campeaban por sus fueros en el Paseo del Prado.

Ese Paseo del Prado lezamiano donde Mariela Castro y sus sicofantes deberían tener prohibido poner el pie, sagrado lugar de fleteo y escenario de tantas recogidas, de tantas redadas y tantas mariconadas oficiales.

Quien no tuvo la suerte de ver a René Ariza declamando su monólogo Los bravos, no podrá entender la grandeza de la literatura cubana de anticipación. Unos bravucones del G2 llegan a un bar de Guanabacoa frecuentado por locas. Para entrar en ambiente, se manosean las portañuelas, y como los maricas no les hacen caso, buscan bronca, exigen bailar con ellas y darse la lengua. Entre golpes y nalgadas, los bravos vigilan y retozan. «¡Así que esto es lo que ustedes vienen a hacer aquí, chernas!»

La prueba del delito está en la misma recholata. Crear el caos y acusar a las víctimas de desacato: ¡René Ariza, tú los retrataste, y fuiste vindicado ayer en el Paseo del Prado!

Las fotos de Facebook de estas jornadas gays parecen sacadas de una página de Tom of Finland. Por fin el castrismo quedó plasmado en su peor aspecto bugarronil, en pleno despliegue de su brutalidad represiva y tapiñada. Locas y lesbianas eran las únicas que tenían los cojones y ovarios bien puestos, a pesar de ser las que recibieron la paliza. Diríase que la recibieron con fruición, con enorme placer. ¡El placer del deber cumplido! Reinaldo Arenas estaba en ese desfile, y Adora con boa de plumas, y Pedrito Campos, conocido en el Prado como Rita Pavone. ¿Quién necesita el arcoiris de los yanquis ni la bandera de Stonewall?

Norge Espinosa olvida, en su conmovedora lamentación de Facebook, que los primeros en lanzarse a las calles fueron los disidentes, y que ni estaban locos, ni eran todos locas. ¡Hasta las locas tenían que estar arrebatadas para reclamar su lugar en unas calles tomadas por los fariseos de 1980, tristes antepasados de los energúmenos de hoy!

Es justo reconocer que en este día se cumplió el programa de Ricardo Bofill, Adolfo Rivero Caro, Maria Elena Cruz Varela, entre tantos otros valientes, héroes fundadores de la lucha por los Derechos Humanos en Cuba. Que sin las pateaduras y los vejámenes que reciben a diario esas bravas opositoras que trafican en una política demasiado sucia para los escrupulosos, y que solo merecen el desprecio y la suspicacia de la intelectualidad ortodoxa, las muchachitas de la Conga Libre no hubieran tenido el respaldo moral para lanzarse a las calles. Las condiciones mediáticas propicias, Norge Espinosa, son la obra de la disidencia.

Toda conciencia cívica, todo movimiento social, requiere de una cierta masa crítica. La historia de la resistencia cubana, en su totalidad, está presente en cada acto de desobediencia anticastrista. El conocimiento que aportan, por un lado, los viajes a Miami, donde el cubano de Cuba se entera de los detalles escabrosos de la historia moderna de su país, y ata cabos, y por el otro, la ubicuidad de los medios sociales, donde ocurre el auténtico debate, han conseguido elevar la conciencia histórica del pueblo cubano y provocar una especie de iluminación colectiva.

Los medios sociales, precisamente por serlo, no toleran la falsa imagen de las tiranías. La nueva moda de abrir cuentas de Twitter ha resultado contraproducente para los Castro. A raíz de los comentarios de Guillermo Frías sobre el valor nutritivo del avestruz, una explosión creativa iluminó nuestro cielo virtual. Era apenas un atisbo del intercambio de ideas que reprime a diario la dictadura. Ayer los insultos de Mariela Castro provocaron un merecido acto de repudio mediático en reversa.

Al que se sumaron Vicente Feliú y su trova, y el embajador de la incongruencia, Silvio Rodríguez. El argumento de los castristas sentimentales es siempre el mismo: debe existir un bando de reaccionarios dentro de las filas del glorioso e infalible Partido. Debe haber un error, una equivocación, y hay que rectificarlos urgentemente.

La revolución es el unicornio de los trovadores. Lo desagradable y lo incómodamente real proviene de Miami, y cuando eso falla por ser demasiado burdo y trillado, se echa mano de cualquier teoría conspirativa. Por eso Silvio coincide con Feliú, pero a condición de mantener «los ojos bien abiertos»: hubiera sido un magnífico guachimán en la compañía Ventura & Rodríguez. ¡Más esbirro no puede ser!

Salvando las distancias entre él y los trovadores, el fallo del argumento de Norge radica en ajudicar las contradicciones a alguna entidad abstracta o sobrenatural. Su pecado es distanciarse de la disidencia y diferenciarse cautelosamente de unos elementos antisociales que ya pican a todos demasiado cerca, y que a veces son sus amigos y compañeros, y en el caso de Silvio, su propio hijo.

Si hoy los oficialistas se ven obligados a reconocer los justos reclamos de una Conga Libre Contra la Homofobia, un tibio reconocimiento que requiere el salto de la barrera ideológica, ¿quién quita que mañana no se vean forzados a admitir el valor de las Damas de Blanco, o a honrar la memoria de Oswaldo Payá y Harold Cepero, o el patriotismo de Luis Manuel Alcántara y Yanelis Nuñez Leyva?

Porque lo que Norge, Silvio y Feliú escamotean es, presisamente, «la causa», el problema de problemas. Cantinflean, se van por la tangente, y ese jueguito sucio es lo único que los distingue hoy de la tan vilipendiada oposición. Dan palos en la oscuridad, salen a cazar fantasmas y aguzan los ojos, solo para reencontrarse con el viejo unicornio lleno de mataduras: porque toda conciencia falsa conduce siempre de vuelta al castrismo.

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