Triste nostalgia, de Alejandro Armengol

Tomado del blog ‘Cuaderno de Cuba’, Noviembre 28, 2007

En Cabrerainfantilismo histórico Néstor Díaz de Villegas trastoca el título de un libro del escritor exiliado Guillermo Cabrera Infante y se enreda en la obra de éste. El resultado es una mezcla a su conveniencia y objetivos, que saca de aquí y mete de allá para tratar de inquietarnos al final con una pregunta adolescente: ¿cuánto deberemos esperar aún antes de ir al cine a ver la película de Fulgencio Batista? Confieso no tener respuesta ni inquietud.

Díaz de Villegas hace referencia a una viñeta de Vista del amanecer en el trópico, que yo menciono en el artículo La justicia tarda, ¿pero llega?, y reduce el libro a postal turística: Vista de un amanecer en el trópico. El error inicial, al citar una obra, no es ajeno a la chapucería del análisis que hace unos cuantos renglones más tarde: “Se sabe que la revolución cultural cubana, en su primera época, lleva la marca de Caín, y que en la cuentística que Armengol comenta se originó más de un estereotipo del canon castrista”.

El problema es que yo no menciono “cuentística alguna”, ni el volumen que cito pertenece a la “primera época” de la “revolución cultural cubana” y tampoco —como aclaro en mi artículo— la viñeta aparece en las primeras ediciones de Vista del amanecer en el trópicoy creo que no ha sido publicada en español.

Así que Díaz de Villegas acumula errores e imprecisiones antes de lanzar una afirmación categórica: “Guillermo Cabrera Infante, y su reparto de personajes, ayudaron a instaurar como norma taxativa el simulacro de una Cuba en blanco y negro, donde, en vez de policías y ladrones, los batistianos persiguen a los revolucionarios. De esa regla falseada que, con la canonización del autor llegó a insertarse en nuestro registro histórico, se vale Armengol para adelantar su tesis de consolación filosófica en que los batistianos seguirán siendo siempre los malos de la película”.

Vista del amanecer en el trópico no es un libro de cuentos sino de viñetas, en que sólo aparece un cuento —casi en la mitad del volumen— y su inclusión en ese lugar tiene el propósito de brindarle un descanso y un cambio al lector. Fue publicado por primera vez tras el exilio del autor, en 1974, y yo hago referencia a View of Dawn in the tropics, aparecido en 1988.

Las referencias y el análisis de Díaz de Villegas resultan más adecuados a otra obra de Cabrera Infante, su primer libro de cuentos, Así en la paz como en la guerra, que por muchos años se negó a que volviera a ser publicado. Pero esa literatura de compromiso político sartreano, típica de las narraciones de Así en la paz como en la guerra, desaparece por completo en lo que viene a ser el cuerpo fundamental de la obra de Cabrera Infante, rechazada por el escritor quien consideró al primer manuscrito de Tres Tristes Tigres (que por entonces se llamaba, Vista del amanecer en el trópico), ganador del premio Seix Barral en 1964, un texto tergiversado y se dedicó a su reelaboración, lo que dio como resultado la novela tal como se conoce.

Nadie más crítico al respecto que el propio Cabrera Infante, quien hablando en tercera persona sobre su obra consideraba ese primer manuscrito un “fraude, que cuando lo compuso, su oportunismo político, una forma de ceguera picaresca, pudo más que su visión literaria”. De hecho, los personajes de TTT no pueden estar más alejados de una iconografía revolucionaria. La versión de la historia cubana que presenta Vista del amanecer en el trópico se sitúa en las antípodas de “esa Cuba en blanco y negro” que quiere achacarle Díaz de Villegas.
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En igual sentido, mi artículo La justicia tarda, ¿pero llega? intenta eludir una visión estereotipada y no se inclina en favor de que víctima y victimario se “crucen un día en un Miami idealizado, agradecidísimos de no tener que airear ya más antiguas querellas”. Menciona más bien dos formas de violencia, la del torturador y la del terrorista, que demuestran su inutilidad al terminar ambos protagonistas en el exilio. Díaz de Villegas dice: “Armengol habla, finalmente, de lo provechoso de ‘conocer la verdad’, sin explicar a qué verdad alude”, pero me parece que si hubiera citado —o leído— mi párrafo completo, no tendría esa duda. Yo digo en mi artículo: “También es necesario el conocimiento de la verdad. Alemania ha realizado una labor ejemplar, al poner en las manos de sus ciudadanos los expedientes acumulados durante años en la Stasi”.
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“Por pura inercia intelectual regresamos a Cabrera Infante en busca de cordura política”, escribe Díaz de Villegas. Es posible. Encuentro en esa pereza mayor estímulo que en la infelicidad de regresar a Batista.

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