Neocolonialismo gay: las razones del arzobispo

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Ernesto & Alfredo Forever

Hace años, en un evento gay de Casa de América, en Madrid, tomé la palabra para criticar la imagen del Che con labios pintados y colores de arcoiris que servía de logo al coloquio.

Un Che en los colores de Stonewall era la imagen neocastrista por excelencia, el emoticono del comunismo transfigurado. Donde estaba la efigie del Che, dije, debieron haber puesto la de Ernst Rohm, el creador de las SA, primera organización paramilitar “gay” de la historia moderna.

De más está decir que mi intervención no fue bien recibida.

No fue la moda guerrillera cubana, sino los modelos y metodologías de los Sturmabteilung, los que influyeron decisivamente la estética S&M de los años 70. Los motociclistas de Mapplethorpe, los marineros de Tom of Finland y los dandis de Visconti, imitan a Eichmann, no a Gutiérrez Menoyo. En cualquier caso –Che o S&M–, se trataba de la lógica del crimen reempaquetada como “banalidad del mal”.

Algo parecido ocurre en la historia homosexual cubana. En el Bogotazo, el proto-evento castrista del que no se sabe a derechas si Fidel mató a Gaitán para crear el caos, o si García Márquez lanzó una Smith Corona a la cabeza de la policía, hace su entrada triunfal la loca de la chaqueta echada por los hombros, la maquilladora del Partido. A ella debemos las imágenes retocadas de cincuenta años de persecución de transexuales y “desviados” en nuestras universidades, iglesias, teatros y centros de trabajo.

Ese otro Guevara fue el Goebbels de Castro, su escenógrafo y productor. La voz del amo nos arengó desde los noticieros que la esclava producía sumisamente en los estudios de su Ministerio de Propaganda. No hay relación S&M más escandalosa, ni más escamoteada, que la de Fidel Castro y sus lugartenientes gays.

Sin embargo, cuando el arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Dionisio García Ibáñez, mienta al imperialismo, la canalla pone el grito en el cielo, aunque es un hecho que el neocolonialismo cultural define la etapa terminal del castrismo. El neocolonialismo es la manera más expeditiva de transitar hacia el neocapitalismo, de mutar y camuflarse. Cubrir el horror con la bandera gay es la Gestalt del diversionismo castrista.

El LGBT cubano es una triple mentira. El ideal feminista revolucionario, encarnado en Mariela Castro Espín, se envuelve en la bandera del arcoiris: dos de las más potentes e incuestionables construcciones políticas contemporáneas en un solo tamal ideológico. Es entonces que el movimiento queda enrollado, una vez más, en el tabaco del paternalismo socialista. Si Churchill dijo que Rusia era un acertijo ovillado en un misterio dentro de un enigma, entonces el LGBT criollo es una fanfarronada metida dentro de una íntima y envuelta en un Cohíba.

Los que cuestionan al arzobispo, prefieren ignorar que Cuba tiene su propia Historia –her own private Idaho, para decirlo en gringo– y que una historia adoptada y adaptada a las necesidades y los intereses de la ideología imperial es lo que se llama “historieta”, no importa cuán subliminales sean esa adaptación y esa sumisión.

“Historieta” es la narrativa cultivada hoy por seudo-historiadores y cubanólogos, tanto los interesados en la negritud, como aquellos que se ocupan de la tradición intelectual, sexual o religiosa. Y ya sabemos que la “historieta” debe incorporar, por defecto, los estereotipos yanquis de interpretación.

El movimiento LGBT escamotea la memoria histórica, corre las cercas y equipara Stonewall a Camagüey, algo insostenible. Su principal objetivo, emanado de las más altas instancias de los grupos de poder yanquis, es impedir que una nomenclatura cubana (“entendido”; UMAP; “recogidas”; Alfredo Guevara; Segundo Congreso de Educación y Cultura; Miguel Barnet; Jaime Ortega Alamino; trabajos forzados; expulsión de las escuelas; prohibición de cultos; Carlos Montenegro; Alberto Guigou; Lydia Cabrera; Nelson Rodríguez Leyva; Ángel López Rabí; Reinaldo Arenas, etc., etc.) problematice y suplante, con conceptos claves autóctonos, las categorías de lo gay global.

Los ejemplos de la cuestión racial y de la reivindicación sexual demuestran cuán vulnerable es aún nuestra Historia, indefensa ante las intervenciones y penetraciones imperiales, sobre todo, después de seis décadas de fingido antiimperialismo.

Es por eso que aquel Listen, Yankee de los años 60, significa hoy, en la voz de monseñor García Ibáñez, algo muy distinto de lo que expresó C. Wright Mills: es la advertencia de que el castrismo habla el mismo idioma de la izquierda imperial norteamericana, y que la izquierda norteamericana escuchó la voz del amo.

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  1. Castlenest

    historiola
    Qué es el Cristo sino la historiola del hombre nación nacido en el cielo uterino de una virgen no poseida por El Señor su Dios?

    notas al margen del Seminario 20 de Lacan, Encore, Otra vez más

  2. aga

    Hace mucho tiempo, querido Nestorius, desde que comencé a leerte, tengo la profunda y argumentada convicción de que eres la mente mejor amueblada no sólo del exilio, sino de todo el panorama actual de la intelligentsia cubana.

    Esta precisa y profunda radiografía del travestismo de la iglesia católica cubana me lo confirma. Parafraseando a Churchill, nunca antes alguien dijo tanto con tan poco.

    Sin dudas, salvando todas las distancias y en un guiño risueño, eres el Mattelart de la propaganda castrista.

    Te abrazo con entrañable cariño y genuina admiración.

    Alesso, escudero

    ________________________________

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