Enrique Del Risco reseña «Para matar a Robin Hood»

Un escritor provinciano

Si hay algo que evita cualquier escritor cubano que se respete es parecerse a Martí, repetir su destino. Menos por los tres balazos de Dos Ríos que por la ejecución ritual en cada matutino donde se representen “Los zapaticos de rosa” o se reciten sus “Dos príncipes”. A nada teme más un poeta cubano que se respete que a verse atrapado en la telaraña de “La guantanamera”. Alcanzar, en suma, la gloria nacional en la provincia más recóndita del planeta, Cuba.

Si a algo le teme un escritor cubano que se respete es al gentilicio que lo engarrotará en poses predecibles (aunque a continuación trafique infinitamente con ese gentilicio, que tampoco se trata de despreciar lo —poco— bueno que viene junto al derecho al pasaporte más caro e inservible del planeta). El mayor desvelo de un escritor cubano que se respete es ser universal. Como Kafka, pero sin escribir en alemán o cantar sus borracheras en checo.

La idea literaria cubana de lo universal es la misma que la de cualquier balsero: escapar de la isla, así sea metafóricamente. Desprenderse cuanto antes de la dosis de fatalidad que le tocó al nacer. Si se ocupa de la pobre isla en sus páginas deberán parecer escritas por un sueco en sueco, y luego traducidas a un español aséptico de revista soviética. Y mucho name dropping de celebrities, de marcas de ropa, de cacharrería tecnológica. Y muchas palabras en inglés que es el latín de los pobres en este siglo que nos ha tocado vivir. Y lo seguirá siendo mientras el chino no se vuelva más asequible.

En este contexto, el escritor Néstor Díaz de Villegas es un escritor esencialmente provinciano. Un escritor que no se respeta. Por mucho que se pueda haber esforzado, no ha evitado seguir los pasos de Martí. Preso por un escrito en plena adolescencia, exiliado temprano, traductor, comentarista de la vida norteamericana, poeta en sus ratos libres, NDDV parece un remedo irónico del Apóstol en quien la ironía es apenas el modo de conseguir que los mismos avatares de hace siglo y medio no parezcan anacrónicos. Así, sus Palabras a la tribu pueden verse como una actualización de los Versos sencillos, por mucho que a versos como “los que quisieron/ desollarme, arrancarme el pellejo, hacer/ conmigo unas botas de piel humana, jabón”, les cueste sustituir a “para el cruel que me arranca/ el corazón con que vivo” en los escenarios escolares.

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Un Comentario

  1. loli

    ARGUCIAS QUE SON MINUCIAS
    categórico y alegórico nuestro querido Enroque
    casi en estado de embriaguez martiana…
    nuestro vino nacional no es agrio ni amargo
    es dulzón meloso y alardoso (reiterativo)
    100% guarapo extra virgen cubano…
    su texto no es el adecuado peluche estuche
    para los irreverentes espejos de NDDV
    nuestro provincial pueblo
    tan dado al arte de la coprofagia
    le falta el elegante oficio de un Salvador Novo
    (escribir con caca)

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