‘Nadie’, episodio 3: Anatomía del arrepentimiento

maxresdefault

¿Cuál es el crimen de esta generación? Haber creído. Su pecado fue la veneración religiosa del héroe, un delito que, por su misma ambivalencia, queda impune.

Cuando Rafael Alcides dice “¡Qué cosa tan bonita esta Revolución!” está adjudicando a un “sistema” características antropomórficas: la belleza, por ejemplo; la ciencia, como programa pedagógico; la hygeía, en su aspecto regenerativo. Ezra Pound lo había resumido en dos líneas lapidarias de ese gran poema de juventud que inaugura el modernismo (Hugh Selwyn Mauberley, 1920):

 Vemos το καλόν

Decretada en la plaza

El tema de Nadie es la atrición, la anatomía del arrepentimiento. Es la escaramuza que revela, retrospectivamente, una culpa nunca admitida, nunca asumida cabalmente. Mucho después de que la revolución haya entregado el espíritu, el cuervo de la penitencia planeará sobre su cadáver, por los siglos de los siglos.

El arrepentimiento es perfectamente inútil. No hay banalidad del Mal, sino solo de su secuela, el arrepentimiento. Todo aquello de lo que no nos habíamos percatado en el momento de delirio, aparece con claridad meridiana en la hora de arrepentirnos. Alcides dice que, en cualquier época, solo un grupito de personas, una minoría, se entrega a la lucha contra el Mal, y da como ejemplo la banda de facinerosos de la guerrilla antibatistiana, el puñado de hombres y mujeres que ascendieron a la sierra.

Pero su estimado contradice la idea de la revolución popular, y es erróneo. Lo contrario es más bien verdad: el pueblo se entrega siempre, ciegamente, masivamente, a la revolución. Son los menos, los pocos, quienes se resisten y evitan sumarse. Es esa otra minoría la que nos interesa, la rémora, la tranca arrojada al engranaje.

Estaba la banda de guerrilleros en la sierra; pero Alcides no calcula la labor de apoyo de las turbas anónimas, la capacidad de entrega popular, el colaboracionismo, el estado de creencias favorable a la anarquía, el asalto cotidiano desde las páginas de los periódicos, la clandestinidad de la plebe, la propaganda en la radio y la televisión, la traición de los mandarines del entretenimiento y la cultura, la destrucción de las certidumbres, los rumores y escándalos, las ventas de bonos, el deseo (plebeyo) de cambio. Alcides corre un manto piadoso sobre todo aquello que fue “masivo” en la revolución castrista.

Esa pobreza de medios es otro punto de inflexión en la narrativa de los arrepentidos, y es un vestigio de la creencia, que se resiste a conceder la derrota. Es un último pequeño triunfo: un revés convertido en victoria pírrica del arrepentimiento.

 

 

 

 

 

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: