Mi amigo Alfredo Triff, musicólogo y filósofo de la Pequeña Habana, escribe lo siguiente en una columna de su blog TuMiami dedicada a citar y contestar un artículo mío (Elecciones 2016: domar la suerte):
“Mirémonos en el espejo de California: dos candidatas socialistas al senado, Kamala Harris y Loretta Sánchez, con agendas idénticas y sin oposición, ¿es ésta la diversidad que nos prometieron los demócratas? Un Estado con sistema unipartidista, disfuncional e inamovible, ¿es el ejemplo a seguir? Una California que es casi Nicaragua, donde cualquier oposición es disidencia, y cualquier disidencia es reprimida y censurada, ¿es el futuro luminoso?”
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¿Agendas sin oposición? La razón que no hay republicanos en esa contienda entre Harris y Loretta Sánchez es que sencillamente no se presentó ningún REPU.
Observo la palabra «socialista» (puro efectismo de barricada de Versailles, entre cubiches del viejo exilio). Bernie dijo abiertamente que era socialista y tiene cientos de miles de jóvenes millennials con él. Eso es viejo, casi castrista. Hay que mandar la palabra al cleaners. Gogleé «Loretta Harris & socialist.» No sale nada –y eso que es difícil escapar la distorsión de Google. Pero no, nada. ¿Delira dV?
Alfredo Triff sale a buscar la palabra socialista por todo Google y no la encuentra. Escribe “Loretta Harris & socialist” y “no sale nada”. Quizás mi amigo, por un resbalón freudiano, amalgamaba en una sola candidata a dos brujas demócratas, un centauro hembra con la mitad de Loretta y la mitad de Harris. Por cierto, Kamala Harris tiene nombre de camello. Tendríamos, entonces, un camello bicéfalo como animal político que reemplace, a partir de estas elecciones, al asno viejo del Partido de Woodrow Wilson.
Pero, ¿por qué Alfredo Triff no encuentra nada? Pues, porque, como buen liberal buscará siempre en el lugar errado. Mientras Alfredo busca por acá, los socialistas de cuelan por allá. Es una característica reconocida de los socialistas, la capacidad para encubrir sus verdaderos colores políticos. Hasta Bernie Sanders colocó los engañosos adjetivos “democrático” y “escandinavo” detrás de la palabra socialismo.
El socialista escamotea, muta, toma camuflaje en mil conformaciones y discursos, con tal de no declararse socialista. ¿Habrá que recordarle a un cubano exiliado en Miami que los socialistas son maestros del fraude y la decepción? ¿No nos enteramos demasiado tarde de que el castrismo era un socialismo? ¿No juraron nuestros revolucionarios, con la mano puesta en la Constitución del 40, que eran demócratas y que denunciaban cualquier forma de socialismo? Que renunciaban especialmente al comunismo.
En lugar de buscar en la Historia, Alfredo Triff busca –ahistóricamente– en Google. Su conciencia, no la palabra “socialismo”, es la que el musicólogo ha mandado al cleaner. Queda satisfecho: su pesquisa no arroja resultados. Los socialistas –por lo menos esos que ve por todas partes su delirante amigo Néstor– no existen.
Hollywood buscó comunistas durante los famosos procesos conocidos como “macartismo” y no encontró ni uno. Declaró mártires a los espías Julius y Ethel Rosenberg, a la manera en que el castrismo declara héroes a los Cinco. Si le preguntáramos a Oliver Stone, Sean Penn, Danny Glover, Michael Moore o Noam Chomsky si son socialistas, o chavistas o procastristas, lo negarían. Pero ellos mismos no tendrían dificultades en encontrar montones de macartistas entre los seguidores de Trump.
¡Cómo me gustaría que el mundo fuera así de simple! ¡Qué plácidamente pondría cada noche la cabeza en la almohada! En cambio, mi amigo Triff ni siquiera pone los ojos en el enlace de las medidas coercitivas que implementó Janet Napolitano en la Universidad de Berkeley, una especie de macartismo vegano. Poco le importa que ese tipo de ofensiva revolucionaria se parezca cada vez más a la variante del socialismo conocida como castrismo. ¡Alfredo Triff no encontraría el castrismo ni en la prueba Rorschach del mismísimo de Fidel Castro!
Pero he aquí que la duplicidad socialista es contagiosa, y que los primeros contagiados son los conservadores, los anti-socialistas y las diversas variantes de contrarrevolucionarios. Los efectos del contagio son impredecibles. Un paseo por los suburbios de América solo hubiera logrado confirmar la sospecha de que no hay oposición, de que no existe un pensamiento diferente al de los liberales, nada que no indicara que los demócratas ganarían las elecciones presidenciales por un margen abrumador.
En los jardines cuidados, entre camellones de margaritas, solo veremos pasquines de Hillary Clinton. Y si es imposible encontrar socialistas, más imposible es encontrar conservadores, o lo que Alfredo llama REPUS. Están tan ausentes y tan escondidos que no se ven. Tampoco es culpa de nadie que no aparezcan en las boletas de las elecciones parlamentarias en California. ¡Es culpa de ellos! ¡Miren esos jardines cubiertos de pasquines! ¡Hillary, Hillary, Hillary, Hillary! Ni uno solo que diga “Trump/Pence”. . .
Triff, el filósofo, padece de un caso terminal de solipsismo. Ya lo dijo Ernst Mach: “El solipsista ha dejado de mirar en derredor porque dondequiera que se vuelve, se ve siempre a sí mismo”. ¡Ah, pero esos cabrones conservadores estaban ocultos en las hendijas del Sistema! Se habían escondido de una manera que hizo imposible contarlos, calcularlos, exponerlos.
Además, ¡las cosas marchaban tan bien! ¿Quién no iba a querer otros cuatro u ocho años de las políticas de Barak Obama? ¿Cambio? ¿Para qué? Como diría Fidel: todos los cambios que necesitábamos ya habían sido efectuados en noviembre del 2008. (¡En Cuba los cambios datan del 1958!). Las paradojas volaban en el aire ecologista y caían quemadas por la luz de la razón. ¿Son reaccionarios los que desean el cambio ahora? Y los progresistas, ¿desean mantener el status quo? Un socialista que promete un socialismo escandinavo, ¿en un país que es cada día más mexicano? Pero, ¿no deberíamos aspirar más bien a un populismo azteca? ¿No era el PRI, con sus 60 años de status quo ininterrumpido, el socialismo que, demográficamente, nos toca?
¿Vino alguien del Partido Demócrata a preguntarles a los únicos americanos que saben lo que es realmente el socialismo, cómo es el socialismo? Hablo de los cubanoamericanos, claro. También de los rusos de Brooklyn, y de los chinos de Temple City y Monterey Park. No, no vino nadie. Los liberales se las saben todas. Esos cubanos, esos conservadores y reaccionarios, ese saco de deplorables, ¿qué pueden enseñarles a las clases privilegiadas, educadas, afortunadas del gran Partido Demócrata? Esos cubiches atrincherados en el Versailles, con su efectismo de viejos exiliados, ¿qué pueden saber ellos de revoluciones?
Los resultados de las elecciones tomaron por sorpresa especialmente a los intelectuales. La realidad no se adaptaba a sus teorías. Las encuestas resultaron pura basura especulativa, a pesar de que ellos las cargaban siempre con un surplus demócrata. Los sagrados televangelistas de CNN y MSNBC estaban tan engañados como sus fieles. El partidismo los cegó, no vieron la otra mitad de América, no la encontraron ni en Google ni en los centros espirituales. Ni la encontrarán jamás.
Los liberales le había enseñado a ocultarse, a no poner el pasquín de Trump/Pence en el jardincillo y regalarse, a no expresarse en público, a no preguntar, a no declarar su filiación política so pena de despido, deshonra u ostracismo. A no discutir con el otro bando las cuestiones fundamentales. A aceptar sus Safe Zones, sus paranoias sexuales, sus absurdas prohibiciones de banderas, símbolos y nombres de equipos deportivos. Toda una clandestinidad que esperaba callada por su turno, por su momento.
Es mentira que lo ocurrido sea obra de «los blancos», típico argumento racista de los liberales. He oído a los negros, a los latinos, a los chinos, a los vietnamitas decir que están hartos de liberalismo y que le darían una oportunidad a Trump. Lo oí en un Uber, en una guagua, en el aeropuerto, en el supermercado, en un cine de Hollywood. ¡Me puso los pelos de punta! A media voz, a media luz. Los liberales propiciaron una clandestinidad, un movimiento underground de desafectos y contrarrevolucionarios. Lo que es decir que los liberales crearon a sus propios sepultureros. Ahora ellos serán los insepultos, los indifuntos que se resisten a caer en el hueco que se cavaron.
beautifully said cursed poet: congratulations to you and my all my half-hearted, pre, shy, would-be, nonchalant, quasi, so-called, proto, at-the-fence, enlightened, matter-of-fact, convinced, born-again, well-nigh, brainwashed, orthodoxian, loud, cocksure, flag-waver, die-hard, patriotic, trumpians. the rigged system has delivered your president! the test now is to treat each other with civility and work together for country.
aLfrEdo tRifF
Thank you, thank you, Alfred! The David Lewis bit was a little lemon meringue just for you!
Gracias, Nestor,tus palabras,como siempre,tan atinadas y audaces. Que tal escribir algo sobre lo que esta pasando en «Letrina America» ,Correa,el poco inteligente y desinformado dictador del Ecuador,dice que con Trump,la izquierda se beneficia…Hmm.Un abrazo.