Pregunta: ¿Cuántos poetas cubanos han sido publicados en Scientific American?
Respuesta: Uno solo: NDDV.
Así fueron los hechos: hace más o menos 20 años leí el libro The End of Science, del escritor John Horgan, una colección de artículos escritos para la revista Scientific American. El libro de Horgan contiene entrevistas y conversaciones con grandes luminarias de diversas disciplinas científicas, desde Ilya Prigogine y Karl Popper, hasta Sheldon Glashow, Francis Crick y Noam Chomsky.
Una nota al pie de página despertó mi curiosidad: John Horgan contaba algo que le había ocurrido en un simposio, en Graftvallen, Suecia, durante un receso, cuando los conferencistas se dirigían a las mesas servidas con bocadillos y refrescos. La enfermera de Stephen Hawking –que era uno de los sabios invitados– se acercó a Horgan y le preguntó si sería tan amable de cargar a Stephen mientras ella empujaba la silla hacia el área de recreo. El pobre escritor quedó estupefacto. ¡Cargar a Stephen Hawking! ¡Era como llevar en brazos a dios!
En mi mente, la escena de Graftvallen estaba conectada a un cierto episodio de la Leyenda Áurea, de Jacobo Vorágine. Se trata del pasaje de la conversión del gigante Offerus, un esclavo encargado de vadear un río transportando en hombros a peregrinos. Una noche, Offerus carga a un Niño que resulta ser el Creador del Mundo, y a partir de ese encuentro recibe el nombre alquímico de Cristóforo, o Crisóforo, «vehículo del oro».
El viaje iniciático de John Horgan es también el recorrido de Stephen Dedalus por las calles de Dublín, cargando en el bolsillo del pantalón un jabón de Castilla y el órgano de algún animal muerto envueltos en las hojas de un periódico irlandés. Ambos recorridos van más allá de los límites de una trayectoria clásica: son saltos cuánticos hacia lo que Prigogine llama «una bifurcación».
El año pasado entré por casualidad al círculo de amigos de John Horgan en Twitter, y solo entonces me decidí a enviarle el enlace de mi poema, publicado en la revista Letras Libres. En unos segundos recibí respuesta: Horgan me pedía que le tradujera el poema al inglés. Así lo hice, aclarándole que la traducción no daba más que una pálida idea de mis versos.
Abajo pongo copia de nuestro intercambio, y el enlace a la nota de Horgan sobre mi poema, además de los tres sonetos a San Cristóbal, que aparecen en el libro Vicio de Miami (1997), ahora recogido en Buscar la lengua (Bokeh, 2015).
When writers send their work into the world, they never know how it will be received. This unpredictability can be a source of frustration or, less often, delight. An example of the latter is a poem I recently received from Nestor Diaz de Villegas, a Cuban-born poet living in the United States. The poem was inspired by a scene in The End of Science, a new edition of which was published this year, in which I carry Stephen Hawking in my arms. The episode took place at a Nobel symposium on “The Birth and Early Evolution of the Universe” held in 1990 in Graftvallen, Sweden.
Nestor wrote his poem in Spanish, and it has been published online by Letras Libres. I don’t know Spanish, so he sent me an English translation. He writes: “The rhyme of this poem, as well as the rhythm is lost in translation; I only hope I was able to transmit the general idea.” Below is the translated poem and, below that, my description of the Hawking encounter, which I slipped into my book’s endnotes. I like Nestor’s description better.
***
John Horgan cargando a Stephen Hawking
Del arco a la glorieta habría treinta pasos.
La enfermera me dijo que lo llevara en brazos:
lo llevé entre mis brazos, afirmación sencilla
por neuromitológica. La senda amarilla
del otoño en Uppsala nos devolvió a Sevilla.
Pesaba mucho menos –comprobé anonadado–
que la Nada, que el cuenco de las hojas caídas;
que un jabón de Castilla envuelto en hojas pálidas
de diarios irlandeses. Incluso mucho menos
que un Die Naturwissenschaften viejo. La barbilla
reposaba en un nudo de corbatas y pelo.
La ráfaga de viento –ronroneaba la silla
eléctrica a lo lejos y parpadeaban cifras
de una ecuación hebraica– descongelaba el hielo.
Volvió los ojos blancos a lo alto del cielo.
La pantalla y el cuello marcados con un sello.
Abrió la boca amarga y me escupió la manga
y se mordió la lengua. Descorrimos el velo.
Atravesando el vado con el muñeco amado
como gris San Cristóbal en cósmica capilla
llegamos a la fuente del hueco perforado
en la tela del tiempo. Llegamos a la silla.
La enfermera me dijo: su risa es el regalo
de un demiurgo baldado, de un dios de pacotilla.
Tomamos Cocacola y comimos tortilla
mientras el firmamento lloraba, descifrado.
***
John Horgan Carrying Stephen Hawking in His Arms
From the arch to the arbor there were thirty paces.
The nurse asked me to carry him in my arms:
in my arms I did carry him, a deceiving assertion
for neuromithological. The yellowing road
of the Uppsala fall sent us back to Seville.
He weighted much less –I discovered, appalled–
than Nothingness, less than the hollow of fallen leaves;
less than a Castile soap wrapped in pallid sheets
of an Irish newspaper. Actually, much less
than an old issue of Die Naturwissenschaften. His chin
couched in a knot of cravats and stubble.
A gust of wind –the electric chair purred
in the background and the ciphers
of a Hebraic equation flickered on– broke the ice.
He turned his blank stare to high heaven.
The monitor and the collar stamped with a seal.
He opened his bitter mouth and dribbled in my sleeve
while biting his tongue. Then we drew back the veil.
Crossing the ford with the beloved puppet
like a gray Saint Christopher in a cosmic chapel
we reached the very spring of the hole perforated
in the fabric of time. We reached the hallowed chair.
The nurse told me: His laughter is the gift
of an crippled demiurge, of a God made of tinsel.
We drank Coca Cola and tasted tortillas
while the firmament wept, deciphered.
Me parece muy buena la traducción del poema de Hawking, y sí expresa perfectamente y con claridad la intención del original en español.
Juan Cueto-Roig
Gracias, Cueto. Lo agradezco más viniendo de un poeta y traductor como tú.