Sacha Baron Cohen, judío londinense creador del personaje de Ali G, se dirigió al público de los Oscar 2016 en una mezcla de cockney y dialecto ebónico: “Ustedes creerán que soy otro negro postalita maestro de ceremonias, pero en realidad os vengo a hablar de los hombrecitos amarillos con la cosita chiquita. . . los Minions”. Enseguida Baron Cohen se refirió al “negrazo (the black bloke) de la Guerra de las Galaxias: Darth Vader”, y levantó un puño enguantado, al estilo Pantera Negra.
El chiste macabro pasó por encima de las cabezas de la ralea hollywoodense y de los 65 millones de televidentes. El personaje de Ali G, típico producto del East End, es un británico con problemas de identidad, un pobre infeliz que se cree gangsta. No es culpa suya que “los negros” (o la marca registrada del mismo nombre) ejerzan hoy una hegemonía cultural tan indiscutible como la que ejercieron en otro tiempo los denominados “blancos”.
Quedan pocos miembros de la Generación del Milenio que no compartan el vestido, el habla, la ideología, los gestos y los lugares comunes de cierta cultura negra. Por mediación del hip-hop primero, y del rap después, lo oriundo de Compton, el Bronx y Liberty City devino un fenómeno global, reproducido acríticamente en los hogares de caucásicos, pardos y amarillos, y en el de muchos negros que jamás conocieron la vida del gueto. Lo negro llegó a convertirse en otro “negrismo”, en el vernáculo de la modernidad
Nunca en la historia de la moda hubo unanimidad más total. Lo que Sacha Baron Cohen quiso decir es que vivimos en un régimen de negritud orwelliano, inescapable e irrebatible. Mientras más ruidosa se vuelve la denuncia de la falta de presencia negra en los medios, más universal se hace el “negrismo”, y más espacio acapara la ideología del gueto en la calle, la academia y la industria.
Sin embargo, “los negros” que comercian con “lo negro” creen que imponer su estilo de vida al resto del mundo no es suficiente, que solo habrán triunfado de verdad cuando el último ser humano se convierta en un “B-Styler”, esos chicos japoneses que se rizan el pelo, se inyectan los labios y se broncean la piel para parecer mulatos.
Todo indica que también el fenómeno de la negritud prefabricada y prêt-à-porter es un producto de los blanquitos inventores de portentos mediáticos en Los Ángeles, New York y Londres, en compadrazgo con unos empresarios del hip-hop que vieron la oportunidad de expandir la franquicia y monetizar su producto étnico. Así se estableció un imperio mercantil con su propio discurso consumista, sus mitos urbanos y un canon inquisitorial que deberá ser acatado religiosamente. Las penas para los disidentes son el linchamiento y el ostracismo.
No exagero. Uno de esos disidentes es el actor de la televisión norteamericana, Bill Cosby. En fecha tan reciente como 2008, la revista The Atlantic Monthly publicaba un artículo de Ta-Nehisi Coates (‘This Is How We Lost to the White Man’), en el que el periodista comparaba a Cosby con reformadores sociales de la talla de Booker T. Washington y Malcom X. Según Coates, “la crisis de los padres ausentes, las altas cifras de crímenes de negro contra negro y la diseminación del hip-hop, llevaron a Cosby a creer que, después de los logros de los años sesenta, la comunidad afroamericana estaba cometiendo suicidio cultural”.
Coates hablaba entonces de un “momento de auto-congratulación por el progreso alcanzado en materia racial, con un hombre negro postulado para presidente como viva encarnación del sueño de Martin Luther King”. Barack Obama, en el número de The Atlantic de mayo 2008, era el símbolo de “una sociedad que ha dejado atrás las categorías raciales más pedestres”, mientras que la “prédica de disciplina, reforma moral y autogestión de Bill Cosby” prometía una salida decorosa.
Ocho años más tarde, el que fuera encarnación del “sueño de King” preside la pesadilla de la confrontación racial, mientras que el insigne Bill Cosby espera juicio por la supuesta violación de más de 50 mujeres, en lo que ha sido un verdadero caso de linchamiento mediático. El escritor negro Ta-Nehisi Coates, ahora abanderado del movimiento Black Lives Matter, se suma al coro de los acusadores de Cosby, junto al mismísimo presidente Obama, que ya emitió su veredicto: “Evidentemente, se trata de violaciones”.
Tal vez Bill Cosby fuera demasiado lejos, o quizás el mundo no estaba listo para escuchar su discurso de 2004 ante la plana mayor del NAACP (Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color), conocido subsiguientemente como el “discurso del panqueque”: “Esta gente se dedica a robar Coca-Cola; gente dispuesta a que le disparen a la cabeza por un pedazo de panqueque. Señoras y señores, ¡escúchenlos hablar! Están enseñándonos todo lo malo. ¿De qué parte de África son? ¡No saben ni un carajo de África! Se ponen nombres como Shaniqua, Shaligua, Mohamed, y están en la cárcel”.
El “discurso del panqueque” no podía quedar impune. Creo que el primer interesado en callar a Cosby pudo haber sido un tal Barack –que tampoco sabía nada de África– y su Departamento de Justicia, empeñado en imponer una política racial divisiva e incitar su propia Primavera Negra, como antes había incitado la desastrosa primavera árabe. Un choque de civilizaciones a nivel tribal, dos visiones del negro enfrentadas en un mismo momento histórico, donde los perdedores van a la cárcel y los ganadores son invitados a los Oscar.
esto se merece algo más que este fan note. Néstor escribe al nivel del Village Voice (de seguro no su favorito), del NYT o quién sabe que otro canal de escritura en la tradición de un Dwight MacDonald.
I’m for hire. Will travel. Thanks Castlenest!
Alguien ha estudiado el porqué los cubanos , la gran mayoría son racistas ? Hasta algunos negros cubanos se afrentan de su raza .
uno: su comentario es no solo racista si no anticubano. dos: si usted cree que mis opiniones son racistas, a). no me conoce; b). no sabe leer un artículo que exige una atención más esmerada que la que usted está dispuesto a darle. Conclusión: usted proyecta sus propias ansiedades y prejuicios en mi escritura. podría buscarse lecturas menos exigentes o más amenas. aquí no va a encontrarlas. gracias por su comentario. («Afrentan» no es un verbo en español, a lo mejor usted ni siquiera lee bien en nuestro idioma, Nick).
Nestor, no basta afirmar que usted no sea racista, como para usted no es suficiente que el itro lo acuse de ello; creo que el hecho mismo de la percepción que genera debería llamar su atención, si es que en algo le interesa la opinión ajena y su blog no es otra cosa que otro canto a sí mismo del que también se puede seguir de largo. No me interesa cvomenzar una discusión interminable por lo subjetiva, y que siempre dertiva hacia lo personal; sólo le apunto a su respuesta a ese que ni siquiera llo acusa directamente, y que bien puede estarse limitando a hacer un comentario a propósito.
Saludos
Ignacio, gracias por entrar a NDDV. Hay un poco de canto a uno mismo en todo lo que se hace, como usted bien sabe. No hay nada de malo en ello si el resultado es una imagen aproximada de la realidad, así fuese por espejo. Por otra parte, de mi blog siempre puede seguirse de largo, por las cuestiones que sean. No obligo a nadie a leerme. En cuanto a la percepción que generan mis escritos, puedo asegurarle que llama mi atención siempre y que la tomo muy en serio. Ahora, la pregunta capciosa del lector Nick, «Alguien ha estudiado el porqué los cubanos, la gran mayoría son racistas? (sic)». Me parece vulgar, y una vulgarización, no de mis ideas o percepciones, si no de la misma cuestión que tocan. Por eso he publicado la página de periódico de 1899 que tanto revuelo armó y que usted dijo iba a citar sin mi introducción «tendenciosa». Que no todos los cubanos son racistas, no creo que merezca probarse, por el contrario, es un hecho que los cubanos han sido cada vez menos racistas. Por otra parte nuestra discriminación racial del negro nunca tuvo las características de la discriminación del negro en el Sur de los Estados Unidos, eso puede demostrarse de mil maneras, que usted conoce, y también que hoy somos mucho más avanzados en cuanto a relaciones raciales que los norteamericanos. Precisamente, mi «punto», como diríamos en Miami, es que los estudios «negristas» de la academia norteamericana pueden hacernos más daño que bien, y que en sí mismos son erróneos. Que hay mucha política y partidismo involucrados en las versiones del problema negro en América, como el caso Cosby demuestra. Y que Obama, a quien alabo y de quien celebro en el acercamiento al liderazgo negro cubano, ha tirado a la candela a la oposición en su propio país, y que no pierde oportunidad de fulminar y denigrar a los grandes políticos negros conservadores. Aquí está, por ejemplo, un momento inédito donde Ben Carson brilla en un desayuno donde habló delante de Obama, un Ben Carson casi desconocido. https://www.youtube.com/watch?v=PFb6NU1giRA. También sé que no coincidimos en nuestras filiaciones políticas, pero mi filiación política (o sexual, o racial) no es tan fácil de fijar como usted parece suponer o implicar en sus comentarios sobre mi persona, aquí y en otras partes. De cualquier manera, soy definitivamente lo contrario de un racista, aunque tampoco me las doy de combatiente antirracista ni de iluminado en cuestiones raciales. Saludos y gracias.