‘El marciano’: Cromodinámica de la papa hidropónica

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Los antecedentes de El marciano, la nueva película de Ridley Scott, son, por orden de importancia: el álbum Hunky Dory (1971) del rockero británico David Bowie, La guerra de los mundos (1898), de H.G. Wells, el filme Mars Attacks! (1996), de Tim Burton, y el tratado Sobre la pluralidad de los mundos (1986), del lógico-matemático David Kellogg Lewis. Con el libro de Wells debe dialogar cualquier fantasía marciana, aunque en la película de Ridley Scott (basada en la novela homónima de Andy Weir) los términos se invierten: los seres humanos aterrizan en Marte y un terrícola asume el rol de hombrecito verde.

El terrícola es el actor Matt Damon, quien, debido a la ley cinematográfica que he llamado en otra parte el “continuo hollywoodense”, proyecta los atributos de su persona real en el personaje ficticio. Como ente político, Damon, el ser humano, se trasluce en creaciones fílmicas especialmente diseñadas para servirle de avatares.

El habitante de la Tierra (entendida ésta a la manera ecologista) trae la política terrícola al planeta rojo, una doctrina que podría calificarse también de “roja”. La doctrina roja, despojada de ingredientes polémicos, se introduce en el hábitat marciano como tekné: en tanto sistema positivo oficial, es irrefutable e infalible; como creencia aceptada, viene implícita en la superestructura teórica del terrícola.

El “marciano” de Ridley Scott es, entonces, un político camuflado de hombrecito verde (léase: ecológicamente correcto) y, al mismo tiempo, un dispositivo ideológico complejo. De acuerdo a estos presupuestos, lo que nuestro astronauta encuentre en Marte debe ser la “contraparte” de la Tierra (más sobre el concepto filosófico de contraparte enseguida).

Ciertos comentaristas aficionados a las teorías conspirativas llegaron a insinuar que el reciente descubrimiento de agua fósil en los arenales marcianos se hizo coincidir, adrede, con el estreno de la película de Scott: el ardid venía a corroborar el dogma izquierdista de que todo planeta dotado de medio ambiente sufre, en algún período de su historia, de calentamiento catastrófico. ¿Qué mejor ejemplo que Marte? Si allí hubo H2O, no cabía duda de que un cataclismo climático era responsable de su aridez actual. Caso cerrado.

Al comienzo de El marciano, el astronauta Mark Watney (Damon) está a punto de abordar la nave Ares que lo transportará a la estación espacial Hermes, y de allí a la Tierra, en compañía de un equipo de científicos de la NASA: el capitán Martínez, la comandante Lewis, la lugarteniente Beth Johanssen y el experto Aksel Hennie. En el momento del abordaje, una tormenta de arena azota la región de Acidalia Planitia donde está ubicado el módulo planetario. Watney es alcanzado por la punta de una antena al garete que le perfora el traje y atraviesa la carne. Sus compañeros intentan rescatarlo, pero la tormenta arrecia y se los impide. La tierra colorada sepulta a Watney. La comandante Lewis (Jessica Chastain) y su tripulación corren hacia el Ares, y escapan por un pelo del cataclismo. Una vez instalados en el puesto de mando de la estación, parten con rumbo a Pasadena y al Jet Propulsion Laboratory, desde donde se controlan las expediciones marcianas (más sobre los pobladores del JPL enseguida).

Entretanto, Watney ha vuelto en sí en medio de lo que debe ser el primer sol desde la desbandada de su escuadra: tiene el pedazo de antena en el ombligo, el traje espacial pierde presión rápidamente y el transportador Ares no se ve por ninguna parte. Está solo en Marte, donde las posibilidades de sobrevivencia a largo plazo son mínimas.

Cojeando, Watney llega a la cápsula; se saca el clavo de la barriga; se aplica curetajes; cuenta las raciones de comida que le quedan; comprueba que alcanzarán para un año (¡y calcula que deberá esperar por lo menos cuatro por el rescate!); aprende a hacer un huerto en una parcelita forrada de polietileno; quema hidrógeno en un atanor y crea agua; entierra ojos de papa en su propia caca, que saca de un excusado orbital, y espera. . . Al cabo de un tiempo, ve brotar retoños en el huerto hidropónico: la ciencia y la mierda recirculada triunfan sobre el recalentamiento y la desmoralización.

Teoría de los mundos posibles

Debemos al lógico-matemático David Lewis una teoría dura de realismo modal que predica la pluralidad de los mundos (“dura” en comparación con la teoría blanda de Saul Kripke, iniciador de esa idea en sus conferencias de Princeton de los años setenta, recogidas en el tomo Naming and Necessity, Harvard University Press, 1980).

Por realismo modal, los lógicos denotan la existencia de contrafactuales, situaciones que existen en el reino de la posibilia, de donde arranca la conjetura de los mundos paralelos. Kripke dice, comentando a Lewis, que “la contraparte de algo en un mundo posible no es nunca idéntica a la cosa misma”. De manera que el Marte de Ridley Scott puede considerarse, en este contexto, como la “contraparte” de la Tierra achicharrada que predice el modelo catastrofista.

O sea: ya Marte no es el Marte de Wells y de Bowie, ni siquiera el de Burton, sino una construcción ideológica coposible. La Tierra que Hollywood martiriza ha cumplido su destino izquierdista de perecer por recalentamiento climático: el hallazgo de agua fosilizada es solo uno de esos “aspectos” a los que se refiere Lewis al describir las semejanzas entre los objetos situados en distintos mundos: “Tu contraparte se parece a ti en ciertos aspectos importantes, mucho más cercanos que otros aspectos de ese mismo mundo”.

La saga de Watney es, entonces, lo que se denomina, en Lógica, “identificación transmundana” (para ahondar en los conceptos del realismo modal, expuestos aquí a la carrera, consúltese: David Kellogg Lewis, Counterfactuals, Harvard University Press, 1973). Watney es el nuevo hombre verde, empujado por la catástrofe ecológica a operar en un mundo que responde a los postulados de la escatología de izquierda. Lo “marciano” es ahora otro argumento a favor de las políticas ecologistas. En ese universo paralelo, los avances técnicos perduran como atavismos de un estado terrícola –v.g.: retrógrado– de conciencia, mientras que la producción hidropónica de patatas viene a alertarnos sobre la crisis inminente de agua y condumio a que nos empuja el consumismo capitalista postindustrial.

Los prodigios técnicos actuales serán primitivizados por el botánico Mark Watney –o “guevarizados”, por así decirlo– mediante el desmontaje del sistema económico que los hizo posible, y luego reimaginados de acuerdo a los imperativos del grado cero de desarrollo. Watney es el Hans Solo de la paideia socialista, y su enseñanza (resumida en un solo parlamento del guión de Drew Goddard) declara que, a fin evadir la muerte en un planeta extinto, habrá que callarse la boca, doblar el lomo y buscar una salida científica: I’m gonna have to science the shit out this!

Cromodinámica fílmica

Otro “aspecto” de los mundos posibles se pone en evidencia acá abajo, en los sacros recintos del Laboratorio de Propulsión a Chorro, en Pasadena.

Es costumbre entre los pobladores de este pintoresco pueblecito, donde resido desde hace más de una década, informar al forastero que el Starbucks local no es exactamente una cafetería, sino el secreto despacho algún premio Nobel: el Jet Propulsion Laboratory es una dependencia de Caltech, el celebérrimo Instituto de Tecnología de California, que ha dado al mundo 31 laureados. El más popular de ellos fue Richard Feynman (1918-1988), creador de la cromodinámica cuántica.

También se encuentra aquí la casa de Einstein en la calle Oakland, y un par de millas al oeste, el cine Los Ángeles, donde el sabio alemán llegó del brazo de Charlie Chaplin la noche de la inauguración. Contra ese trasfondo científico-técnico aparece el equipo de ingenieros, programadores y astrofísicos que dirige la estación Hermes. Una complicada maniobra orbital les permite frenar, dar un corte y regresar por Mark Watney en una fracción del lapso requerido.

Otra estratagema mucho más compleja sitúa al actor británico de origen igbo, Chiwetel Ejiofor, al frente de la empresa interplanetaria, y al afroamericano Donald Glover en el papel del astrofísico Rich Purnell, encargado de realizar los cálculos de abordaje. En otras palabras, Hollywood llega a tomarse libertades con la plantilla del Laboratorio y a inducir su política de Acción Afirmativa en el departamento de casting. La liberalidad hollywoodense roza en el libertinaje, y el peor “aspecto” del nuevo racismo es presentarse como igualitarismo: una máscara blanca sobre la piel oscura se considera hoy un adelanto.

Música de las esferas 

Es curioso que Mark Watney deteste la música Disco, que la comandante Lewis deja atrás en el iPod de la cápsula. Para no morirse de tedio, el astronauta toca esos himnos plebeyos de integración social y gusto amanerado, motetes de sintetizadores y pianolas eléctricas donde lo sexual, lo existencial y lo interracial convergen. De hecho, el equipo de astronautas compuesto por el latino Martínez, la rubia Johanssen y el eurobasura Hennie, es una copia de la tripulación del Enterprise, la nave de la serie televisiva Star Trek (Viaje a las estrellas), que vemos hoy como la “contraparte” de las agrupaciones musicales Disco de los 70.

La idea del “village people” fue, primero, una idea interplanetaria, nacida en la Confederación Unida de Planetas, pues la promiscuidad de sujetos queer y socialmente marginales solo podía darse, en aquel entonces, fuera del Sistema (solar). El mal gusto de Watney es un fallo y una contradicción: la música Disco es la auténtica música de las esferas, una bola de espejos que refleja y proyecta el estado fractal del mundo. En ella estaba dada, de manera insuperable, una diversidad que hoy solo puede conseguirse artificialmente.

  1. sandor

    Buenooo….si me bloqueas cada 5 minutos no te puedo responder. Aca va:
    El nombre es Trotsky…. Al parecer estas supuestas lecturas no fueron muy bien procesadas.

    Cuando dices «Además, nací, crecí y padecí en el socialismo» me imagino que te refieras a Cuba, lugar en el que tambien naci y creci antes de llegar a los EUA. El hacer la tan comun ( por parte de ignorantes ) y ridicula comparacion entre el comunismo dictatorial cubano y el socialismo democratico del que habla Bernie Sanders y que muchos paises europeos han llevado a la practica de manera exitosa, revela que esta discusion, de por si, es absurda. Tienes montones de conceptos, nociones, terminos, etc muy mezclados en una sopa surreal que ademas, lanzas a la gente insultando y atacando como si tuvieras idea de algo….. muy tipico todo de la petulancia injustificada de los mas despistados…Lo veo a menudo.

    • Petulante, Sandor, es corregir la ortografía de Trotsky!! El socialismo democrático (te faltó el acento en la á) no ha sido un «éxito» universal en Europa, si es que sigues las noticias de Grecia, Portugal, España e Italia. Yo conozco esos países, los visito, comparto con gente que vive allí, y te puedo asegurar que el nivel de vida del ciudadano común es muy inferior al más miserable americano. No es un éxito tan total como quieres hacerme creer. Además, donde ha sido exitoso, Dinamarca, Suecia, Noruega o Alemania, la composición racial, social y cultural da para el socialismo del tipo Sanders, pero no en una América cada vez menos europeizada y más latinizada: el socialismo aquí se perfila estilo mexicano. Aquel socialismo es un fenómeno europeo, no trasladable a América, que ya tiene su propia versión de socialismo desde hace mucho rato. Tampoco hay una distancia enorme entre el comunismo dictatorial y el socialismo entendido a la manera Americana, si llegara a implantarse y a tomar su curso. Eso no lo digo yo, o lo temo yo, lo han dicho mentes mucho más avanzadas que la mía. Mezclarlo todo en una sopa surreal es una buena definición de lo que hago, gracias. Y si lanzo insultos, a ti nunca te han tocado. Casi siempre hablo de o con personas que me conciernen. Con no entrar más a este blog lleno de nociones y conceptos mezclados, e ignorar mis comentarios en Facebook, tienes.

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